Existe una concepción del ser perfecto tan sublime que se vuelve inalcanzable. Un imaginario quimérico de lo que debería ser el o la ciudadana. Nos convertimos entonces en mero desperdicio social al no alcanzarlo, pero aún así, excluímos a los que están más lejos según nuestros ojos y nos consolamos con la falasia de que talvez no seamos un desecho más.
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